La reunión de los diablos
Por Karlos Dearma.
El infierno
es una empresa como cualquier otra: Tiene un jefe (pues a Lucifer podríamos
llamarlo su líder, Presidente o como se le dice ahora: CEO), gerentes y una multitud de empleados (todos ellos,
como supondrán, demonios) que administran las maldades y las almas de todos
los pecadores que osaron, obvio, venderlas a cambio de algún turbio favor.
Hasta les diría que lo más apropiado seria llamarlo una multinacional. Un gran
conglomerado con influencia en todo el planeta que, como tal, ejerce su maligno
poder de manera monopólica. Después de todo: ¿Quién osaría competir con el
taimado Lucifer y su corporación de maldad globalizada?
Bueno, algunos de
ustedes me dirán que estoy equivocado. Y me hablaran de tal o cual empresa,
banco u Estado que roba las almas y el dinero a millones. Algo de verdad no les
falta. Pero lo más cierto es que todos ellos no son más que tributarios de
Lucifer y compañía, sus mandatarios.
Desde que
fue expulsado del cielo, el execrable, no ha hecho más que hacer crecer el
tamaño de su poder por sobre los hombres. Aprovechándose de la debilidad y de
los deseos inacabados de la humanidad, reina desde las tinieblas.
Y es así que
lo tenemos, en su inmensa perversidad, preparando junto a sus esbirros, la
reunión del directorio infernal, enviando las correspondientes
invitaciones. Pues como imaginaran toda
empresa debe hacer su balance anual.
Los primeros
en llegar al concilio serían sus lugartenientes Paimon, Belcebú, Astaroth y los
otros demonios principales. Un poco después otros seres no menos repugnantes y
horrorosos: Íncubos y súcubos, gárgolas y Leviatanes, Abaddon (el exterminador)
sería también de la partida y algún que otro Bifronte.
Y por supuesto, no
podían faltar a la cita las delegaciones de los diferentes continentes.
Representando a América del Norte, quien más sino, el “Gran Satán Yanqui”. El
“Diablo” hispano, ejerciendo la presidencia “pro tempore” de la comunidad
europea, arribo al mismo tiempo. Desde Asia, llego el antiquísimo Pazuzu y África
envío a Cimerio.
Todo estaba
casi listo para el inicio del cónclave pero la delegación sudamericana no llegaba,
lo que impacientaba al iracundo Lucifer. Cansado de esperar y visiblemente
enojado, Lucifer dio la orden de empezar, la impuntualidad lo sacaba de quicio.
La reunión comenzó entonces sin los “sudakas”.
Se debían designar dos socios
para firmar el acta: Luzbel y Asmodeo (aquel miserable que tentó a Eva) se
ofrecieron para tal fin. Lucifer se mostró satisfecho con esta actitud, tanto
que su semblante comenzó a ablandarse: No iba a dejar que esos irrespetuosos
sudakas le arruinen el día.
El primero
en disertar fue el “Diablo ibérico”. Comenzó por hacer una exposición acerca de
sus logros: La crisis, con su secuela de paro y desahucios, le había permitido
captar muchas almas de clase media y alta.
La bonanza de su negocio era indudable, mostró varias encuestas serias
que lo confirmaban. Lucifer, visiblemente satisfecho, le aplaudía y un batallón
de aduladores le imito. El abismo comenzaba a animarse.
Le siguió el
inefable “Gran Satán Yanqui” que, sin perder tiempo, hizo una demostración de
soberbia como para eclipsar al “Diablo español”. Leyó una lista desordenada de
sus logros en los últimos doscientos años: El exterminio de los indios, el
racismo y los linchamientos a las minorías negras e hispanas, Vietnam, las
bombas atómicas, los golpes militares en América latina, el FMI, la CIA, Irak,
Afganistán, Bahía de Cochinos, las muertes de Kennedy y Luther King, y el Nobel
para Obama.
Afirmo que podía seguir leyendo logros por horas para demostrar su
eficacia, pero no lo haría pues no quería cansarles con historia conocida, y
todos le creyeron. El crecimiento de su poder en los últimos doscientos años
era innegable y su terrible maldad los había beneficiado a todos. Lucifer,
hinchado de dicha, pulso un botón y un show de fuegos artificiales ilumino el
Averno. ¡El satán yanqui era insuperable!
Entonces,
cuando un Pazuzu apocado por el yanqui se preparaba para su discurso, llego Mefistófeles
con las malas noticias. El infernal recadero, como es su tradición, solía
llegar siempre en el momento indicado, cuando todo parecía marchar sobre
rieles, para aguar cualquier fiesta.
Nada más apropiado para describirlo que
aquel dicho: “El diablo metió la cola”. Los sudakas no llegarían pero mandaban
una carta. La gravedad de la misiva obligaba a una lectura para todos los allí
presentes; Lucifer, enfadado por la interrupción, asintió. La carta decía lo
siguiente:
“Estimado
Lucifer: Señor de los Infiernos, rey supremo de los demonios, diablos y
espíritus malos; de nuestra mayor consideración:
Los aquí
reunidos, representantes maléficos de todas las naciones de la América del Sur
y Central, nos hemos congregado en este congreso alternativo para hacerle
llegar una serie de planteos que consideramos de lo más oportunos pues la
situación laboral en la que nos encontramos se ha vuelto insostenible.
Cansados de
los permanentes abusos de su imperialismo luciferino, sumada la explotación a
la que somos sometidos cotidianamente sin mayores beneficios en lo que a la
maldad y la venta de almas se refiere, estado por demás intolerable pues las
ganancias lejos de aumentar merman cada día, hemos decidido iniciar el camino
de la liberación nacional y continental de los diablos, demonios y malos espíritus
latinoamericanos. Conscientes de que el camino que iniciamos es duro y difícil
pero con la certeza y la convicción de que la decisión tomada es la correcta,
proclamamos lo siguiente:
La
independencia de usted y de cualquier otro poder diabólico extranjero, la
libertad de pensamiento y movimientos en cuanto a las malas acciones se
refiere, y la igualdad y la fraternidad entre todos los diablos. Repudiamos
desde ahora toda intervención foránea en lo que refiera a actos malignos y
diabólicos, la compra-venta de almas, maquiavelismos y maldiciones: Seremos los
explotadores de los bajos instintos nuestros porque es mucho mejor así.
Lo saluda a
usted atentamente, ZUPAY. Presidente de la Asamblea de los comisionados
diabólicos latinoamericanos. “
El malestar cundió
en el Tártaro. Lucifer termino de escuchar el contenido de la carta y enrojeció,
aún más, de la furia. Pues un tramposo como él no podía tolerar esas
desavenencias. Indignado, frustrado y enfurecido por la Rebelión de los
infiernos golpeo con fuerza la mesa y proclamo: ¡Pérfidos, me las van a pagar!